El viernes pasado Pol y yo quedamos para pasar una tarde viendo películas. Por problemas de esqueduel no nos fue posible llevar a cabo todos nuestros planes, que incluían tragarnos ese hit llamado High School Musical 2 (telepeliculón que comentaré cuando la vea por completo) y alguna otra peli petarda-chicle, para abrir boca ante el plato fuerte de la noche: acudir al estreno de esa maravilla cinematográfica llamada Bratz: La película.

Nota para el lector: voy a hablar de una Peli-chicle. Si quieres saber lo que es, presiona aquí y lee ENTERO mi post, donde hay una parte dedicada a este tipo de pelis. Si no quieres hacerlo, sigue leyendo esto, porque lo explico mejor.
Para ser una peli chicle además, de lo que ya comenté en el post # 4 #, hacen falta una serie de cosas llamémoslas, 'exteriores'. Las pelis chicle están hechas para chicas. O para chicos confundidos. Son además películas a las que generalmente se las tacha de petardas, y acaban siendo asumidas por el colectivo gay como parte de su imaginario, que ya se ha tragado a todas las cantantes pop femeninas y a buena parte del cine clásico americano, por citar sólo algunos ejemplos. Son películas que apetece ver comiendo palomitas dulces de color rosa, con un batido de fresa y plátano y un chupa chups de kojak para los ratos muertos... Son películas en las que envidias el peinado y los tacones de las protas, sus polvos y sus vidas en general.
Pues bien, Bratz: La película, tiene eso y mucho más. Desde el principio tiene claro que es una película que no debe tomarse en serio a sí misma, y en ningún momento lo hace. Las pizpiretas protagonistas, de nombres híper-modernos y extra-cool (Sasha, Yasmin, Chloe y Jade), son unas catorceañeras con exceso de maquillaje súper-amigas-dela-muerte que comienzan el día hablando a través de sus webcams para decidir que se van a poner, precisamente su primer día en la high school. Cada una tiene un vestidor que ya quisiera la Barbie, esa muñeca diva que sólo sabe hacer pelis en animación 3-D. Pero la jungla que es el instituto separa a las cuatro amigas, que tendrán que poner todo de su parte para recuperar su amistad y demostrar que son mejores que la villana de la película, una arpía rubia con un sospechoso parecido a la Sharpay de HSM (y a la Barbie, dicho sea de paso), y que además, visten mejor que ella.
Lo demás nos lo sabemos de sobra: escenas probándose ropa, coqueteos llenos de tensión sexual con los buenorros del insti (los Bratzboys Cameron y Dylan) que no se consuman delante de las cámaras, mucho petardeo, mucho modelito que hace parecer putillas a estas supuestas adolescentes, mucha canción petarda para amenizar la 'película' y un poco de John Voight con cara de 'coge el dinero y corre'.
Y precisamente por eso es genial esta película, porque sus aspiraciones son nulas. Quiere ser un divertimento para niñas adoradoras de las cabezonas de plástico y parejas gays que no tienen nada mejor que hacer un viernes por la noche. Es tan disparatada, tan petarda, que no hay más remedio que reírse con sus chistes malos, con sus personajes estereotipados y con sus problemas de guardería. Es genial ver una película donde lo más profundo es el agujero del piercing de las protas, donde todo es color rosa (o en su defecto, violeta), y donde al final crees que del techo del cine te van a escupir purpurina.
Y es que en el fondo todos llevamos una Bratz en nuestro interior.
Pero eso es otra historia, que hasta a mí me da vergüenza contar...
Lo demás nos lo sabemos de sobra: escenas probándose ropa, coqueteos llenos de tensión sexual con los buenorros del insti (los Bratzboys Cameron y Dylan) que no se consuman delante de las cámaras, mucho petardeo, mucho modelito que hace parecer putillas a estas supuestas adolescentes, mucha canción petarda para amenizar la 'película' y un poco de John Voight con cara de 'coge el dinero y corre'.
Y precisamente por eso es genial esta película, porque sus aspiraciones son nulas. Quiere ser un divertimento para niñas adoradoras de las cabezonas de plástico y parejas gays que no tienen nada mejor que hacer un viernes por la noche. Es tan disparatada, tan petarda, que no hay más remedio que reírse con sus chistes malos, con sus personajes estereotipados y con sus problemas de guardería. Es genial ver una película donde lo más profundo es el agujero del piercing de las protas, donde todo es color rosa (o en su defecto, violeta), y donde al final crees que del techo del cine te van a escupir purpurina.
Y es que en el fondo todos llevamos una Bratz en nuestro interior.
Pero eso es otra historia, que hasta a mí me da vergüenza contar...
2 comentarios:
Y disfrutamos como solo nosotros sabemos disfrutar de estas cosas. Y nos reimos y nos reiremos. Y nos pasara lo mismo una y otra vez y da igual que nos miren mal pq nosotros lo valemos.
Por el meñique!!!!!!!!
jajaja cuenta la historia de la bratz ke llevamos dentro jajaja
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