'A veces parece que fuera ayer. La graduación, el instituto, decir adiós. Esa sensación de tener 17 ó 18 años y sentir que nunca nadie en el mundo estuvo tan cerca de los suyos, que nadie amó tan ferozmente, ni se rió tan fuerte ni se preocupó tanto. A veces parece que fuera ayer. Y a veces... parece la memoria de otro.'
One Tree Hill, 'Six years, for months, two days'
Ahora que los adolescentes tienen a las chicas malas y a los chicos guapos de Gossip Girl para entretenerse, la que ha sido la serie adolescente más importante de los últimos años (¿quién se acuerda de O.C.?) ha regresado reconvertida en un drama sobre cómo la vida adulta convierte a los soñadores en cínicos, a los triunfadores en fracasados, y a los idealistas en héroes. One Tree Hill nunca ha sido una serie de niños felices y ricos; más bien ha sido una serie de niños que piensan demasiado, que hablan como en una novela y que enamoran y desenamoran con una facilidad pasmosa. Pero quizá es ahora, cuando esos niños que creían que todo el sufrimiento del mundo pasaba antes de la graduación han visto que la vida adulta es mucho más dura que la high school, cuando puede que OTH haya encontrado su verdadera esencia.
La 5ª temporada del Pino (o al menos, los 4 capítulos que he podido ver), no decepciona, y nos permite ver las heridas dejadas por el paso del tiempo en cada uno de los personajes. Heridas dolorosamente reales, que para cualquiera que se acerque a la mitad de la veintena son muy fáciles de sentir como propias. Los veinteañeros de Tree Hill no se dedican a beber café sentados cómodamente mientras de fondo se oyen risas enlatadas, sino que cargan con las consecuencias de sus acciones, y sobretodo, de sus errores.
Probablemente la que fuera la serie adolescente más importante de esta década vaya camino de convertirse en uno de los mejores documentos audiovisuales sobre lo que significa comenzar una vida adulta sintiéndose perdido. Antes del amanecer y Elizabethtown tienen una digna heredera catódica.