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miércoles, 23 de julio de 2008

# 40 # Me faltó Fernando

Existen dos tipos de adaptaciones de espectáculos musicales (y por extensión, de cualquier obra de teatro) a la pantalla grande: los que se empeñan en hacer una reproducción meticulosa del espectáculo teatral en el celuloide y los que consiguen romper la cuarta pared y crear un universo distinto alejado del material original. Entre los primeros, el caso más relevante sería El Fantasma de la Ópera, una buena película que sería magnífica si no se hubiera limitado a ser un calco del espectáculo de Broadway; del otro lado tenemos la genial Hairspray o la sobrevaloradísima Chicago, dos ejemplos de musicales bien realizados y que se complementan a la perfección con sus homólogos teatrales. Mamma Mía!, sin embargo, peca de lo mismo que El Fantasma... y se nota.

Desde el primer momento, está claro que Phillipa Lloyd, la directora, es tan novata (y no lo digo en el mal sentido) en esto de hacer cine y se conoce tan bien la obra que dirigió en Nueva York y Londres, que su película no es más que una reproducción de ésta. Los chistes malos que tan bien funcionan sobre un escenario (quien haya visto Hoy no me puedo levantar sabe de qué hablo) no lo hacen en el cine; hay entradas de personajes que se nota perfectamente que corresponden a los momentos en los que la obra de teatro los personajes salen de las bambalinas; y sobretodo, las canciones chirrían mucho, muchísimo. Y eso es lo peor que te puede pasar en un musical.

Bien es cierto que es más fácil meter canciones con fluidez cuando estás contando una historia como El Fantasma... que habla de
l mundo del teatro y de cómo una joven aprende a cantar gracias a un desconocido 'maestro', o en High School Musical, donde los chicos hacen... un musical. Pero la gran mayoría de los musicales no tratan este tipo de temas, y las canciones, en mayor o menor medida, encajan. Aquí la mayoría empiezan sin ton ni son, casi se ve el calzador, y aunque en general las letras funcionan perfectamente bien, el momento casi nunca es el adecuado. Hay por ejemplo un número (Money, money, money, si no me equivoco) que cuenta supuestamente una fantasía de la protagonista y que es tan sonrojante que la única manera de aceptarlo es si partes de la base de que todos los involucrados lo hicieron premeditadamente ridículo...

Y no sólo las canciones, sino que tampoco los bailes... en la mayoría de las escenas, el elenco de bailarines, caracterizados como griegos catetos, se ponen a bailar cuando oyen a la Streep cantar y te das cuenta de que la cosa se les ha ido de madre, y nunca mejor dicho. Otros números con bailarines de verdad sin camiseta son algo más digeribles.Además el montajista hace cosas tan inteligentes como meter escenas a cámara lenta a cuando las canciones están en pleno auge. Bien por él.

Pero no todo es malo, y que conste que debo confesar que, a pesar de lo que acabo de soltar, la película me ha encantado. En primer lugar, porque las canciones de ABBA, incluso mal ejecutadas, te alegran la tarde. En segundo, porque los actores, como ya pasaba en Hairspray, tienen pinta de estar pasándoselo genial, de estar de vacaciones más que trabajando, y eso se nota. Amanda Seyfried, que es una ídola mía sólo por el hecho de salir en la mejor película de Lindsay Lohan, Chicas Malas, pasa la prueba de candidata a estrella, y si no al tiempo; Meryl Streep, la auténtica protagonista de todo el tinglado, hace su tercer mejor papel (después de El diablo viste de Prada y por supuestísimo, de La muerte os sienta tan bien); Pierce-que gordo me he puesto desde que no soy James Bond pero que bien me sienta el traje-Brosnan se desgañita para cantar un par de estrofas desafinando, pero te saca una sonrisa y eso se agradece; Dominic Cooper, la auténtica revelación de la cinta, se pasa la mitad del metraje sin camiseta, y eso es ya de por sí motivo más que suficiente para ir al cine, porque el tío es feo, pero vaya six-pack que se gasta. Y los demás... pues hacen su papel, encajan dentro de los estereotipos que les han sido asignados, bailan y cantan con mayor o menor gracia y poco más.

En la parte positiva de los números musicales, destacaría dos, que se corresponden con dos de las canciones menos conocidas del grupo sueco: Slipping Through My Fingers, convertida en una preciosa declaración de amor de madre a hija que te encoje el corazón, y The winner takes it all, en la que una Streep poseída por Rocío Jurado demuestra porqué es la intérprete más nominada de la historia de los Oscar. Eso sí, por este papel no le darán ni las gracias...

El final es previsiblemente feliz, felicísimo, pero se agradece después de dos horas, y además te obsequian, como si del espectáculo musical se tratara, con dos números musicales más en los créditos, Waterloo (que no había por donde meterla) y una repetición de Dancing Queen con todo el reparto ataviados con unos outfits tan insoportablemente gays que harían vomitar al mismísimo Jesús Vázquez. Y también hace un 'cameo' Fernando, ya que la buena de Meryl la tararea al principio de la cinta.

En definitiva, Mamma Mía! es una película entretenida (y desde ya, una Película Mateísta), que gustará a los amantes de ABBA, del musical o a los fans de los musicales, pero que difícilmente atraerá al resto del público. Pero ni falta que le hace.

¿Qué pasará con Wicked cuando de el salto a la gran pantalla? Seguiremos informando...

miércoles, 16 de julio de 2008

# 39 # Comparaciones más que odiosas

En estos días en los que estoy alimentándome básicamente de las primeras temporadas de Sensación de vivir, no dejo por otro lado de tratar de mantenerme al día de todas las informaciones sobre el remake de la serie, 90210, que se estrena en un par de meses (ya hay fotos de Jennie Garth en el rodaje, Luke Perry y Brian Austin-Green se han desentendido del proyecto y ya se ha confirmado que Shannen Doherty volverá a la nueva serie como directora del musical del West Beverly High), y ante la primera foto oficial de Rob Estes como el patriarca de la familia protagonista, no puedo dejar de pensar cómo hemos cambiado (para bien), y es que las comparaciones, más que odiosas, en este caso son innecesarias.

Encabezando esta entrada tenemos a Estes, que será Harry Wilson (que no Mills, se ha cambiado el apellido para hacerlo aún más parecido al de la familia original). Abajo, James Eckhouse, o Jim Walsh, un sujeto que jamás nos explicamos que compartiera genes con el por aquel entonces sabrosísimo Jason Priestley, sobretodo teniendo en cuenta que como se ve su esposa en la ficción tampoco era como para tirar cohetes...

Lo más gracioso de todo es que el bueno de James tenía 35 añitos cuando comenzó la serie (se llevaba ¡14! años con su hijo en la ficción), mientras que Estes tiene ya 45 añazos... muy bien llevados. Los 35 de Eckhouse a mí siempre me parecieron cincuenta y bastantes...

Y es que tienen razón cuando dicen que el mundo está mal, muy mal repartío...

# 38 # El complejo de Peter Pan

Gracias a Katie Holmes (la esposa-trofeo de Tome Cruise), que en el primer capítulo de Dawson Crece le soltaba a James Van der Beek lo de 'Hasta Spielberg superó el complejo de Peter Pan, cada vez que me veo paralizado por mis miedos o mis inseguridades lo achaco a este síndrome porque queda bastante aparente decir eso de 'me queda tanto por madurar' o chorradas por el estilo. A este síndrome también le achaco el que a mis 24 añazos siga como una fan más fenómenos adolescentes como Gossip Girl o High School Musical. Y es que es cierto que mis años de instituto acabaron hace más de un lustro, pero las historias de jovenzuelos interpretados por veinteañeros pueden conmigo, quizá porque mi niñez la pasé pensando que el instituto sería como Sensación de vivir, y sigo esperando...

Estos días Peter Pan ha vuelto a renacer un poco en mí ante la llegada, en plena resaca post-Mamma Mia! (a la que dedicaré una entrada as soon as I can) del primer trailer de High School Musical 3: Fin de Curso, que viene a ser como el mejor avance que jamás se hizo de una película protagonizada por Ashley Tisdale desde que se operó la nariz. Aunque lo cierto es que hacer un trailer de un musical es lo más facil del mundo, si tienes una canción medio decente y un dominio del Avid suficiente para saber meter planos que duren un nanosegundo.


En el trailer se ve que nos la quieren meter haciéndonos creer que la cosa se acaba, aunque todos sabemos que habrá HSM 4, HSM: The next generation... y mil secuelas más, secuelas que me seguiré tragando con el mismo gusto siempre que haya alguna Sharpay con un hermano gay (¿veremos una salida del armario a la par que una salida del instituto? No creo que Disney haya avanzado tanto...)

De las ¿tres? canciones del trailer (ya llevaba unos días circulando por la red la genial Now or never) se puede intiuir que la saga continúa con el ritmo ascendente en cuanto a la calidad de la música a medida que los chicos se hacen mayores, y que los números musicales vienen a ser una reinvención a ritmo de chicle pop de todos los tópicos de películas de instituto, pero una reinvención muy bien hecha, como si el ex-coreógrafo de Brit se hubiera puesto manos a la obra para hacer las mejores coreografías ever.

Y es que HSM 3 no sólo va a ser la película más taquillera del año ( y si no, al tiempo), sino que es desde ya y sin necesidad de verla la peli-chicle más importante de la generación iPod.

El Mateo ha hablado.

domingo, 6 de julio de 2008

# 37 # De la gloria al orgullo

Cualquier excusa es buena para echarse a la calle, cámara de fotos en mano, y ver cómo la gente se quita la ropa. Da igual que se deba a que España ha ganado la Eurocopa de fútbol o a que se celebre el Pride Londinense. Y es que cada vez creo más lo de 'Hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual...'
Podría hacer una crónica apasionada sobre lo que han sido dos días que pasarán a la historia mateísta por la indecente cantidad de cerveza que hice engullir a mi garganta y por la cantidad de gilipolleces que hice, dije o ayudé a hacer. Como sabe todo el universo conocico España es campeona y aquí uno que cuando sale de su tierra se vuelve aficonado al furbol no se perdió ni uno de los partidos que nuestra atractiva selección disputó contra equipuchos del resto de europa. La verdad es que los partidos eran una excusa para arrejuntarnos cada vez más y más gente para beber, fumar (el rollo de siempre) y pelearnos con los aficonados de esas selecciones a los que Villa y Cía acababan vapuleando. Así que el pasado domingo no había excusa que valiera y tocaba pintarse la barba de pintalabios Channel Rojo Nueva York y salir a la calle con el orgullo español a flor de piel.

No se puede describir con palabras ni se puede apreciar en las instantáneas lo que fue esa noche por el centro de Londres, con hordas de españoles celebrando la victoria en Picadilly Circus primero y en Trafalgar Square después. Y es que no hay cosa más surrealista que estar entonando cantos patrióticos afónico perdido enfrente a la estatua de Nelson junto a una ex-triunfita con un piti en la mano y vistiendo una camiseta de Torres...

El 'otro' Orgullo (llamémosle por su nombre: Pride), celebrado ayer sábado, fue otro cantar. Después de tres años de vivir en Madrid una fiesta en la que tenía puestas unas enormes expectativas pero que al final siempre estaban llenas de dramas e historias para no dormir (aunque eso sí, siempre en compañía de buenos o mejores amigos y de mucho alcohol y nada de hielo), fue un alivio vivir por fin un Pride sin rupturas, sin despedidas, sin comas etílicos y sin currar.

Aquí el Orgullo mola porque no te conoce ni pirri y si te encuentras a un conocido es casi seguro que te cae bien, porque en nueve meses aún no he tenido tiempo de echarme enemigos (pero al tiempo!), así que puedes ir a tu bola, hacer lo que te salga del nabo y si te he visto 'I don't remember'. La media de belleza eso sí es muy inferior a la del homólogo madrileño, y yo no dejaba de preguntarme dónde coño estaba la belleza rubia del país que engendró a Vivien Leigh y Jude Law, porque exceptuando a las musculocas y a las mariliendres, todo el mundo parecía descendiente de la misma familia real.

El año que viene creo que me iré a sentirme orgulloso a Berlín o algo así para tener un tercer punto de vista. Para que luego digan que no soy objetivo.