# 25 # Cosas que hacer en Londres cuando estás off

Londres ofrece un inimaginable abanico de opciones con las que llenar el tiempo de ocio. Yo, que soy un desgraciado, no suelo aprovechar casi ninguna, pero hoy, ya que era mi día libre, he decidido que tenía que hacer algo con mi vida, así que me he levantado elegantemente tarde, me he enfundado en uno de mis total looks made in River Island + Bershka (todavía no me llega la pasta para vestir de All Saints, pero todo se andará) y me he echado a la calle a patearme la ciudad.

Mi primer destino ha sido la zona de Brick Lane, porque tenía ganas de conocerla durante el día y, por una vez, sin estar pedo. Brick Lane es una de las zonas de moda de Londres (tan de moda que ya no está de moda, para entendernos...), una zona llena de antiguas fábricas de ladrillo ennegrecido que se caían a trozos reconvertidas en tiendas de ropa de segunda mano para modernas y alternativos de diversa calaña y en cafeterías y pubs super-underground ellos, además de pisitos para jovencillos progres que, como yo, se vienen a la ciudad en busca de... bueno, no sé lo que buscan. La zona es casi, casi tan decadentemente cool como todo Berlín, pero me parece que la capital alemana gana por goleada. Eso sí, los bagels de salmón ahumado que por allí venden son jodidamente adictivos.

Tras el bagel me he dirigido a la zona de Covent Garden, donde me he sentado en uno de esos bancos rollo Notting Hill en los jardines de la iglesia de St. Paul (uno de mis sitios favoritos de toda la ciudad) a leer un pokillo de The Shadow of the Wind (que viene a ser La Sombra del Viento en inglés), con un piti en una mano, un café en la otra y una cookie de triple chocolate en la boca. Si me hubiera visto en esa pose, me hubiera enamorado de myself en ese preciso instante.

Después de la sobremesa, me he decidido, por fín, a visitar la National Portrait Gallery, donde me he enamorado de un retrato de Lady Di (pronunciese 'Leididai') y sobretodo de uno de Joan Collins made by Warhol de cuya existencia, inculto yo, no tenía idea. Desde ya quiero a Alexis colgada en mi pared, de una forma u otra. Pero la auténtica excusa para visitar este museo era la exhibición de retratos publicados en la Vanity Fair (esa revista donde empezaré a colaborar cuando me aburra de GQ), donde para entrar me han sajado 10 pounds que me han dolido más que una patada en la espinilla. Lo peor es que la exposición merecía la pena (y eso que la mayoría de las fotografías ya las había visto en el ¡Hola!) porque hay que reconocer que ésta revista no publica fotos, sino putas obras de arte (sobretodo, a mi parecer, las de la Leibovitz) que sacan el lado bueno de esas celebrities y demás fauna a los que amamos y envidiamos porque sabemos que, en el fondo, son mejores que nosotros. Mi favorita, always and forever, sigue siendo la instantánea de las riquísimas Scarlett Johanson & Keira Knightley en pelota picada junto al osito Tom Ford.

Todo ello acompañado por mi MateiPod, donde me he creado una lista de reproducción con lo nuevo de la Naranjo (un temazo rarísimo que me gusta más cuanto más lo escucho), el Never Forget de Take That (canción que lleva meses muerta de risa en el MateiPod, pero que a raíz de oirla en el concierto de los chulazos treintañeros me apasiona) y demás sintonías para no oír los ruidos de la city.

Y ahora estoy en casa, con mi nuevo vicio, Skins, una serie teen inglesa que viene a ser como El Pino (aka One Tree Hill) pero con adolescentes de verdad: salidos, drogatas y con una alarmante tendencia al bisexualismo. Ya sé de dónde ha salido la 'insipiración' para la muy hot Física o Química...

Para variar esta noche no habrá visita al Walk- llenodespañoleseitalianosquequierenbeberbarato- About, que mañana tengo turno de 9 horas en Emporio Amancio y no es plan de aparecer otra vez con unas ojeras del tamaño y la consistencia de melones de agua.

Ojalá todas las jornadas londinenses fueran así.

Y es que a veces, sólo a veces, es taaan fácil ser yo...