Ayer fue mi aniversario. Mi aniversario con Zara, se entiende. Hace ya dos años que entré a formar parte del imperio Inditex, y eso se nota. Se nota en el cansancio, en las ojeras, pero también en el vestir mejor, y en el parecer más mayor. En todo lo malo hay algo bueno y viceversa, que dice la gente.La cuestión es que cuando llevaba poco más de 15 minutos trabajando, me llega una compañera y me espeta: 'Ya tienes otra vez cara de Zara, con lo contento que venías'. Y es que los último diez días me los había pasado tocándome un poco el asunto, ya que en el Emporio (me gusta más que Imperio, qué le vamos a hacer) me habían vacaciones. No sé si verdaderamente mi cara al llegar era muy alegre, porque las vacaciones no han sido para nada lo que había planeado, pero lo que está clarísimo es que tras un cuarto de hora en Zara te muda el humor, la expresión de la cara y hasta la grasa corporal.
La Cara de Zara es un estado anímico, un peso que no te quitas de encima en la vida, y que sólo se da si trabajas en esta firma, porque todo el mundo sabe que: 1º en el Pull & Bear lo único que consigues es ponerte más gordo; 2º en el Bershka ser más choni y 3º,en el Massimo Dutti te acostumbras a usar un bote de gomina todos los días. Pero no hay una cara Pull ni cara Dutti. Hay caras Zara, caras de yanopuedomásconmivida, caras de matadmeyaparaquedejedesufrir.
No se entienda esto como una falta de amor hacia mi empresa, porque gracias a los gallegos he conocido a algunos de mis mejores amigos, he echado un par de polvetes guapos y he aprendido a doblar camisetas. Además tiene su encanto entrar al probador y encontrarte que se te ha meado una clienta; o verte a la típica pija con su bolsa de llena de carísimos Jimmy Choo's peleándose con otra por unos pitillo de 5,95; o no tener que sentirme mal engañando a un tío para que le compre a su novia un abrigo de 150 libras aunque se le hayan caído los botones... esas cosas no se pagan con dinero (ya sean pounds o euros), así que espero que esta relación de amor-odio con mi Emporio dure muchos, muchos años, pues sin ella me quedaría sin anécdotas para los botellones.
Y sin anécdotas yo no soy nada.